martes, 27 de abril de 2010

Una gran latina...





Una latina sexy y elegante. ¿Y por qué no, que diría Diana Vreeland? La Lopez ha hecho acopio de los tics del asunto, léase recurrir a los talleres de Alta Costura de Giorgio Armani o Valentino (del panorama parisiense prefiere la costura trash de Christophe Decarnin), apostar por talentos emergentes (el de Rodolfo Paglialunga, el encargado de resucitar Halston o el de las hermanas Mulleavy, AKA Rodarte), enfundarse en propuestas de diseñadores de vanguardia (Hussein Chalayan) o de culto (Alber Elbaz) y guardar fidelidad a los viejos amigos (Donatella Versace). Y todo si renunciar a lo que de verdad le gusta, el bling. Oros y lentejuelas, lúrex y lamé. J.LO adora las sandalias de plataforma, es adicta al melenón. No renuncia a sus orígenes en el gueto, donde le imaginamos una adolescencia forjada a ritmo de lycra y salsa. Las consabidas listas de mejor vestidas se le resisten, con la salvedad del blog Red Carpet Fashion Awards, que de vez en cuando le alaba elecciones como... un vestido nude de ¡Victoria Beckham Collection! Como su colega Posh, Jennifer probó suerte como diseñadora de moda, ocupación en la que ha obtenido resultados irregulares: su ropa no cuajó, no así sus colecciones de lencería. Éxito de ventas con 'corners' en grandes almacenes y colaboraciones con firmas punteras y populares. Al fin y al cabo, y aunque atesore un fondo de armario digno de cualquier icono de estilo, la Lopez es una bomba sexual cuya voluptuosidad no hay Dior que disimule. Por esos sus apariciones memorables tienen algo de diva de los 70, de esa Liz Taylor a quien emuló con un Valentino vintage en una gala de los Oscar, o de diosa grecocaribeña, como cuando acudió a un estreno vestida por Roberto Cavalli, con un traje largo plisado de escote más que generoso. Dos trenzas coronaban la cabeza de la diva. Una versión West Side de Cleopatra, secundada por su Marco Antonio particular. En ella, todo es posible. ¿Y por qué no?, pensará mientras se viste. Al fin y al cabo, es un mito sexual por sus orondas posaderas... en la era de la androginia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario